lo diminuto. Desde su cautiverio cotidiano
y sentadas en los parques, cafés, dormitorios,
tanto en boca de oradores, como en tímidas sombras
que se escurren tras la aquellos otros.
E invisiblemente han de llenar nuestra copa con su vino exquisito de diversidad.
Desapercibidas y profundas como un beso diplomático.
Levantar la mirada pareciese insinuarle.
O si a causa de la exaltación,
Se derrama una ceniza sobre la vocal entregada.
Oh, qué malentendido por aquello tan ínfimo.
Y aún así, ¡Qué importancia tiene!
Luis Felipe Velásquez Vallejo